Debemos tomarnos en serio el acabar con el daño
que estamos haciendo a nuestro idioma desde los sindicatos y la izquierda.
En los documentos e intervenciones públicas de
quien quiere manifestar sensibilidad feminista se viene generalizando un
esfuerzo por modificar la gramática. Si bien es cierto que en la conversación
coloquial y en la literatura aún no ha calado.
Me resulta curioso que la crítica de este asunto
no lo trate casi nadie en público, cuando me consta que mucha gente (mujeres y
hombres) lo piensan. Creo que la causa es que hay un respeto comprensible a la
lucha feminista, que lleva incluso a un cierto “miedo” ante lo políticamente
incorrecto.
La lucha por la igualdad entre sexos es una de
las batallas permanentes y más importantes de la humanidad. Con importantes logros,
aunque tiene aún mucho camino por delante. Y, como es lógico, el papel de las
mujeres en esa lucha es el determinante. Todos los hombres estamos en deuda y
además avergonzados del machismo de las generaciones anteriores y de los importantes
restos en la nuestra.
Pero creo que en esa lucha (como en todas) se
cometen errores como el que aquí resalto. Consiste en confundir el sexo con el
género de las palabras. En castellano, las palabras tienen género con relativa
dependencia de su terminación, con un criterio genérico de atenerse a las
terminaciones en “a” o en “o”.
El sexo de animales y personas es otra cosa.
Igual que “mesa” no es sexualmente femenina, “fisioterapeuta” tampoco lo
es.
Hay más o menos machismo en todas las sociedades
de este planeta. Hay machismo por tanto también en el lenguaje, en muchos usos
y expresiones que hay que erradicar. Pero las gramáticas de distintas lenguas
son diferentes y unas tienen un tratamiento de los masculinos y femeninos o un
tratamiento de los genéricos diferentes a otras, y no lo son por ser sociedades
mas o menos machistas. ¿Son acaso más feministas los españoles de hace 50 años
que los ingleses de hoy porque estos no tienen, por ejemplo, ni siquiera una palabra
propia para designar a las profesoras?. Por el contrario, ¿fue por feminismo el
no tener diferenciados los pronombres?. ¿Han tenido hace siglos un solo
artículo (the) para no discriminar a las mujeres?. Obviamente NO.
Leo a menudo que estamos ante un esfuerzo-batalla
lingüistica que busca hacer “visibles“ a las mujeres. Cosa muy loable en todos
los aspectos de la sociedad. Pero la gramática son normas para el
entendimiento.
La cuestión se manifiesta fundamentalmente en dos
aspectos:
1.- La búsqueda de palabras nuevas.
Fundamentalmente en las profesiones o
actividades. Esto no complica mucho el lenguaje. De hecho hay varias
actividades en las que, de manera natural siempre ha habido o han aparecido
otras palabras.
Una cosa es que la mayoría de las profesiones
fueran ejercidas por varones y otra el género de las palabras. Las profesiones
acaban en “o”, en “a”, o en otras terminaciones y eso no debe ser
asimilado al género sexual.
Así, las profesiones terminadas en
“ista”(periodista, dentista) ,o en “l” o “z” (cónsul, púgil, portavoz, juez), o
en “e”(amanuense, cicerone) se les deja quedar, pero hay que cambiar otras que
acaban en “o” porque parecen
masculinas, aunque admiten que se mantengan algunas, como “piloto”, o “modelo”,
que funcionan como comunes.
¿Por qué se plantea como invisibles a las mujeres
en las profesiones terminadas en “o” y sin embargo pudieran quedar invisibles
los hombres en las profesiones terminadas en “a”? (periodista, fisioterapeuta,
taxista...). ¿Creamos periodisto y fisioterapeuto?... Luego ese no es el
criterio.
Curioso es el caso de las palabras terminadas en
“ente”, (escribiente, presidente, asistente…) que suelen referirse a “el ser
(el ente) que hace esa acción”, y aún así se inventa un femenino “enta” a
veces.
En castellano los artículos el/la y los/las sirven perfectamente para distinguir a hombres
y mujeres en profesiones o adjetivos de muy variadas terminaciones cuando hace
falta diferenciación (la juez). Pero ¿y cuando nos referimos a todos?
(genérico)
2.- El uso del genérico plural.
Sencillamente se propone que desaparezca el
genérico. Y este sí es un asunto muy grave.
Se
necesita un único genérico y desde hace siglos el lenguaje ha evolucionado
hacia uno, añadiendo una “ese”. De modo que diremos: “las cebras, las jirafas y
los nús de la sabana” sin decir con ello que no hay machos o hembras entre unas
y otros. O: “es una película para niños, jóvenes y ancianos”. NINGÚN IDIOMA se
para a decir: los niños y las niñas, los y las jóvenes y los ancianos y las
ancianas. El genérico (como su nombre indica) se usa para generalizar y presupone
ambos sexos.
A mí lo que me preocupa es que la necesaria lucha
contra el machismo en el lenguaje y en las expresiones populares se traslade a
unas prácticas que hacen farragosa la expresión. Entre otras cosas, porque en
castellano deben concordar en género el nombre con el artículo y el adjetivo,
cosa que ni los escritos más “correctos” se atreven a hacer.
Es una lucha absurda porque creo que el lenguaje no
evoluciona por consignas, sino de otra manera, que suele ser hacia la
simplificación. (obsérvese como están desapareciendo muchos artículos entre los
periodistas).
En esta cruzada lingüista, ni siquiera los textos
más supuestamente feministas pasan la prueba del algodón de utilizar siempre
“os/as”. Se hace imposible. Ejemplo:
“Los/las cooperantes y cooperantas de los campos
de refugiados y refugiadas están contentos y contentas porque los/las leones y
leonas han dejado de merodear.....”. Si eso no pasa en un texto, no digamos en
una intervención hablada, en la que se intercalan más las correcciones e
incorrecciones “inclusivas”
Sería curioso “traducir” a ese lenguaje las obras
maestras de la literatura. ¡¡Prueba a hacerlo con las canciones!!.
Es curioso que JAMÁS se usa el doble
empresarios/empresarias.
Curioso también es que se cambia el nombre a la
APA, Asociación de Padres de Alumnos por AMPA, Asociación de padres “y madres”
de alumnos, pero no se hace lo que sería
lo suyo: decir AMPAAS. Asociación de padres y madres de alumnos y alumnas.
El origen está en considerar sexual el género
gramatical y para evitarlo, se inventan fórmulas para cambiar el idioma que se
están concretando en inventos que cualquiera pueda proponer.
Una es decir: "personas paradas".
Redundancia, porque es claro que no nos
referimos a... caballos parados. Se hace para variar después de unos
cuantos "parados y paradas".
Otra es buscar palabras que eviten referirse
directamente a las personas. Así se vita ciudadanos/as sustituyéndolo por
ciudadanía, que no es exactamente lo mismo y que es un esfuerzo que sólo se
puede aplicar en limitados casos.
3.- Otros pequeños problemas.
La arroba. Sólo puede emplearse cuando se parte
de una palabra terminada en “o”.
La barra inclinada. Los/as compañeros/as están
concienciados/as. Puede valer para ahorrar espacio en los textos escritos.
Pero tanto la barra como la arroba tienen un
problema si ese texto debe ser leído en voz alta, porque entonces obliga sobre
la marcha a una traducción, como: los compañeros y las compañeras están
concienciados y concienciadas. (Porque las compañeras no están “concienciados”)
Así, en el movimiento del 15M (en el que
participo) pretenden evitar el doble genérico mediante otro signo: la
"x". Otros siguen usando la "@".
La novedad ahora es usar sólo el femenino provocando
extrañeza que dificulta la comprensión y contradiciendo el principio original
de ser “inclusivos” y evitar “invisibilidades”. La confusión no tiene
límites. He escuchado la excusa
de que es una forma de decir, implícitamente, las personas. Pero podría
referirse a los seres humanos, o “el personal” que son gramaticalmente
masculinos. A lo mejor a las feministas argentinas se les ocurre otro signo.
Probemos a mezclar: Nosotrxs estamos decididos y
decididas a enfrentarnos a los/las patron@s, y por eso, debemos estar todas
unidas.
Esta locura volverá locos a los traductores
automáticos, los diccionarios, los estudiantes del castellano.
En realidad estamos ante un signo de
identificación grupal a modo de jerga de secta, lo que en inglés se llama
“slang”. Una simbología para dejar claro que somos más feministas que nadie,
pero un error de comunicación ante la gente “normal”, porque un principio
elemental es que la gente no se pierda en la forma para concentrarla en el
fondo. Trivializar y ridiculizar la importante lucha feminista, que puede usar
esas energías en la inclusión y visibilización REAL.
Como ya hemos visto, ¿por qué habríamos de
limitarnos a aplicar estas normas en los humanos y no en los animales, que
también tienen diferencia sexual?
Deberíamos igualmente
hacer el mismo esfuerzo, con los animales que “no tienen femenino” y crearlo.
Así, deberíamos imponer poco a poco el uso de ornitorrinca, antílopa, o buitra.
¡Pero claro!, los que terminan en “a” se quedan
como están, y los jirafos, hienos, águilos y cebros se quedan “invisibles”.
¡¡POR FAVOR ¡!
En definitiva, este camino destroza el lenguaje.
PARA NADA. Años buscando acercar el lenguaje cotidiano al oficial y nos
encontramos ahora con un lenguaje que sólo se utiliza ante públicos, y sólo si
son “amigos”, porque esas mismas personas hablan con normalidad en privado.
Se que toco un tema sensible, pero es un tema en
el que además tenemos responsabilidad.
Y ES URGENTE, porque lo peor es que una vez que
empieza a triunfar el error de duplicar los genéricos, entonces se hará
necesario hacerlo siempre, porque, caso contrario, se entenderá que nos estamos
refiriendo exclusivamente a los varones.
Aun a riesgo de ser tildado de machista, creo que el texto de Manolo sintetiza bastante bien lo que lleva siendo mi discurso sobre este tema desde hace bastante tiempo.
ResponderEliminarJAIME
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