jueves, 17 de junio de 2010

Lenguaje farragoso

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Debemos tomarnos en serio el acabar con el daño que estamos haciendo a nuestro idioma desde los sindicatos y la izquierda.

En los documentos e intervenciones públicas de quien quiere manifestar sensibilidad feminista se viene generalizando un esfuerzo por modificar la gramática. Si bien es cierto que en la conversación coloquial y en la literatura aún no ha calado.

Me resulta curioso que la crítica de este asunto no lo trate casi nadie en público, cuando me consta que mucha gente (mujeres y hombres) lo piensan. Creo que la causa es que hay un respeto comprensible a la lucha feminista, que lleva incluso a un cierto “miedo” ante lo políticamente incorrecto.

La lucha por la igualdad entre sexos es una de las batallas permanentes y más importantes de la humanidad. Con importantes logros, aunque tiene aún mucho camino por delante. Y, como es lógico, el papel de las mujeres en esa lucha es el determinante. Todos los hombres estamos en deuda y además avergonzados del machismo de las generaciones anteriores y de los importantes restos en la nuestra.
Pero creo que en esa lucha (como en todas) se cometen errores como el que aquí resalto. Consiste en confundir el sexo con el género de las palabras. En castellano, las palabras tienen género con relativa dependencia de su terminación, con un criterio genérico de atenerse a las terminaciones en “a” o en “o”. 
El sexo de animales y personas es otra cosa. Igual que “mesa” no es sexualmente femenina, “fisioterapeuta” tampoco lo es. 

Hay más o menos machismo en todas las sociedades de este planeta. Hay machismo por tanto también en el lenguaje, en muchos usos y expresiones que hay que erradicar. Pero las gramáticas de distintas lenguas son diferentes y unas tienen un tratamiento de los masculinos y femeninos o un tratamiento de los genéricos diferentes a otras, y no lo son por ser sociedades mas o menos machistas. ¿Son acaso más feministas los españoles de hace 50 años que los ingleses de hoy porque estos no tienen, por ejemplo, ni siquiera una palabra propia para designar a las profesoras?. Por el contrario, ¿fue por feminismo el no tener diferenciados los pronombres?. ¿Han tenido hace siglos un solo artículo (the) para no discriminar a las mujeres?. Obviamente NO.

Leo a menudo que estamos ante un esfuerzo-batalla lingüistica que busca hacer “visibles“ a las mujeres. Cosa muy loable en todos los aspectos de la sociedad. Pero la  gramática son normas para el entendimiento.
La cuestión se manifiesta fundamentalmente en dos aspectos:

1.- La búsqueda de palabras nuevas.
Fundamentalmente en las profesiones o actividades. Esto no complica mucho el lenguaje. De hecho hay varias actividades en las que, de manera natural siempre ha habido o han aparecido otras palabras.
Una cosa es que la mayoría de las profesiones fueran ejercidas por varones y otra el género de las palabras. Las profesiones acaban en “o”,  en “a”, o en otras terminaciones y eso no debe ser asimilado al género sexual.
Así, las profesiones terminadas en “ista”(periodista, dentista) ,o en “l” o “z” (cónsul, púgil, portavoz, juez), o en “e”(amanuense, cicerone) se les deja quedar, pero hay que cambiar otras que acaban en “o” porque parecen masculinas, aunque admiten que se mantengan algunas, como “piloto”, o “modelo”, que funcionan como comunes.
¿Por qué se plantea como invisibles a las mujeres en las profesiones terminadas en “o” y sin embargo pudieran quedar invisibles los hombres en las profesiones terminadas en “a”? (periodista, fisioterapeuta, taxista...). ¿Creamos periodisto y fisioterapeuto?... Luego ese no es el criterio.
Curioso es el caso de las palabras terminadas en “ente”, (escribiente, presidente, asistente…) que suelen referirse a “el ser (el ente) que hace esa acción”, y aún así se inventa un femenino “enta” a veces.
En castellano los artículos el/la y los/las  sirven perfectamente para distinguir a hombres y mujeres en profesiones o adjetivos de muy variadas terminaciones cuando hace falta diferenciación (la juez). Pero ¿y cuando nos referimos a todos? (genérico)

2.- El uso del genérico plural.
Sencillamente se propone que desaparezca el genérico. Y este sí es un asunto muy grave. 

Se necesita un único genérico y desde hace siglos el lenguaje ha evolucionado hacia uno, añadiendo una “ese”. De modo que diremos: “las cebras, las jirafas y los nús de la sabana” sin decir con ello que no hay machos o hembras entre unas y otros. O: “es una película para niños, jóvenes y ancianos”. NINGÚN IDIOMA se para a decir: los niños y las niñas, los y las jóvenes y los ancianos y las ancianas. El genérico (como su nombre indica) se usa para generalizar y presupone ambos sexos.

A mí lo que me preocupa es que la necesaria lucha contra el machismo en el lenguaje y en las expresiones populares se traslade a unas prácticas que hacen farragosa la expresión. Entre otras cosas, porque en castellano deben concordar en género el nombre con el artículo y el adjetivo, cosa que ni los escritos más “correctos” se atreven a hacer. 
Es una lucha absurda porque creo que el lenguaje no evoluciona por consignas, sino de otra manera, que suele ser hacia la simplificación. (obsérvese como están desapareciendo muchos artículos entre los periodistas).
En esta cruzada lingüista, ni siquiera los textos más supuestamente feministas pasan la prueba del algodón de utilizar siempre “os/as”. Se hace imposible. Ejemplo:
“Los/las cooperantes y cooperantas de los campos de refugiados y refugiadas están contentos y contentas porque los/las leones y leonas han dejado de merodear.....”. Si eso no pasa en un texto, no digamos en una intervención hablada, en la que se intercalan más las correcciones e incorrecciones “inclusivas”
Sería curioso “traducir” a ese lenguaje las obras maestras de la literatura. ¡¡Prueba a hacerlo con las canciones!!.
Es curioso que JAMÁS se usa el doble empresarios/empresarias.
Curioso también es que se cambia el nombre a la APA, Asociación de Padres de Alumnos por AMPA, Asociación de padres “y madres” de alumnos,  pero no se hace lo que sería lo suyo: decir AMPAAS. Asociación de padres y madres de alumnos y alumnas.

El origen está en considerar sexual el género gramatical y para evitarlo, se inventan fórmulas para cambiar el idioma que se están concretando en inventos que cualquiera pueda proponer.

Una es decir: "personas paradas". Redundancia, porque es claro que no nos  referimos a... caballos parados. Se hace para variar después de unos cuantos "parados y paradas". 
Otra es buscar palabras que eviten referirse directamente a las personas. Así se vita ciudadanos/as sustituyéndolo por ciudadanía, que no es exactamente lo mismo y que es un esfuerzo que sólo se puede aplicar en limitados casos.

3.- Otros pequeños problemas.
La arroba. Sólo puede emplearse cuando se parte de una palabra terminada en “o”.
La barra inclinada. Los/as compañeros/as están concienciados/as. Puede valer para ahorrar espacio en los textos escritos.
Pero tanto la barra como la arroba tienen un problema si ese texto debe ser leído en voz alta, porque entonces obliga sobre la marcha a una traducción, como: los compañeros y las compañeras están concienciados y concienciadas. (Porque las compañeras no están “concienciados”)
Así, en el movimiento del 15M (en el que participo) pretenden evitar el doble genérico mediante otro signo: la "x". Otros siguen usando la "@". 

La novedad ahora es usar sólo el femenino provocando extrañeza que dificulta la comprensión y contradiciendo el principio original de ser “inclusivos” y evitar “invisibilidades”. La confusión no tiene límites. He escuchado la excusa de que es una forma de decir, implícitamente, las personas. Pero podría referirse a los seres humanos, o “el personal” que son gramaticalmente masculinos. A lo mejor a las feministas argentinas se les ocurre otro signo.
Probemos a mezclar: Nosotrxs estamos decididos y decididas a enfrentarnos a los/las patron@s, y por eso, debemos estar todas unidas.
Esta locura volverá locos a los traductores automáticos, los diccionarios, los estudiantes del castellano.

En realidad estamos ante un signo de identificación grupal a modo de jerga de secta, lo que en inglés se llama “slang”. Una simbología para dejar claro que somos más feministas que nadie, pero un error de comunicación ante la gente “normal”, porque un principio elemental es que la gente no se pierda en la forma para concentrarla en el fondo. Trivializar y ridiculizar la importante lucha feminista, que puede usar esas energías en la inclusión y visibilización REAL.

Como ya hemos visto, ¿por qué habríamos de limitarnos a aplicar estas normas en los humanos y no en los animales, que también tienen diferencia sexual?
Deberíamos igualmente hacer el mismo esfuerzo, con los animales que “no tienen femenino” y crearlo. Así, deberíamos imponer poco a poco el uso de ornitorrinca, antílopa, o buitra.
¡Pero claro!, los que terminan en “a” se quedan como están, y los jirafos, hienos, águilos y cebros se quedan “invisibles”. ¡¡POR FAVOR ¡!

En definitiva, este camino destroza el lenguaje. PARA NADA. Años buscando acercar el lenguaje cotidiano al oficial y nos encontramos ahora con un lenguaje que sólo se utiliza ante públicos, y sólo si son “amigos”, porque esas mismas personas hablan con normalidad en privado.

Se que toco un tema sensible, pero es un tema en el que además tenemos responsabilidad. 
Y ES URGENTE, porque lo peor es que una vez que empieza a triunfar el error de duplicar los genéricos, entonces se hará necesario hacerlo siempre, porque, caso contrario, se entenderá que nos estamos refiriendo exclusivamente a los varones.

2 comentarios:

  1. Aun a riesgo de ser tildado de machista, creo que el texto de Manolo sintetiza bastante bien lo que lleva siendo mi discurso sobre este tema desde hace bastante tiempo.

    JAIME

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